Ana Gonzalez Rojas

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Devastaciones

Creo que el Dios de esta artista terrenal y viva, más que el Dios olímpico de los padres de la Iglesia, se acerca al Dios panteísta del amable judío heterodoxo Baruch de Spinoza. González mira nuestro entorno natural, el vegetal, el mineral, el animado, y lo pinta y modela con extrema dulzura, pero al mismo tiempo a la manera de Spinoza, sub specie aeternitatis, es decir, bajo su aspecto eterno, como si hubiera algo inmutable y fijo que en el cuadro o en el objeto suspende su fluir.

Por: Héctor Abad Faciolince